sábado, 20 de enero de 2007

EL INCENDIO


Una noche mamá nos despertó alarmada.
—¡Se quema la casa! ¡Se quema la casa! —gritaba.
Tenía un claro paisaje de terror en el rostro.
Yo, al ver la mano macabra de la llamarada
no le di importancia y me eché a dormir de nuevo.
Aquello, no era tan grave.
A diario, la lengua endemoniada de mi padre
desataba peores infiernos.

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